Cada vez que llego a Fuerteventura y me quedo en mi habitación de siempre en la casa de mi familia me siento como cuando cambias de armario de invierno a verano y viceversa y de repente redescubres un montón de ropa que no te acordabas que tenías. Esto me pasa con la ropa (y con los zapatos, ¡que aquí puedo usar zapatos sin calcetines!), pero también con los discos (véase una entrada de hace unos meses) y con los libros. Me es inevitable tenerle especial cariño a los libros que leía cuando era adolescente. Siempre siento cierta nostalgia sobre esos años (más o menos entre los 13 y los 19). No volvería a ellos, pero los recuerdo con ternura y me siguen gustando los mismos libros, discos y películas que entonces, aunque haya ampliado mis horizontes un poco con los años. Incluso he roto algunos de los prejuicios que tenía, pero de esto ya hablaré otro día. La cosa es que, a pesar de tener una tonga bastante alta de libros pendientes de leer, la nostalgia (¿o la pre-crisis de los 30?) ha podido conmigo y he decidido revisitar algunos de mis libros favoritos de esos años y me he animado a hacer una lista con 10 de los que más me gustaban, que estará seguida por una posible segunda parte en un futuro próximo. En realidad, son 10 títulos de los cuales algunos son colecciones de muchos libros, pero bueno, ustedes me entienden.
1. La colección de Scott Pilgrim, de Bryan Lee O’Malley (2004-2010). Empecé a leerla cuando vivía en Fuerteventura y estuve obsesionada durante bastante tiempo. Recuerdo además perder el sentido y razón cuando confirmaron que iban a hacer una adaptación al cine con Michael Cera, con el que también estaba completamente obsesionada después de verle en Juno, Nick y Norah, una noche de música y amor y Paper Heart, entre otras. Ay, la adolescencia. Terminaba de leer los libros tan rápido que no daba tiempo a que llegaran en español a la librería y algunos me los terminaba comprando mi hermana Dara en versión original cuando vivía en Londres.
2. La conjura de los necios, de Toole (1980). Un clásico que me regaló mi hermana para que me diera suerte cuando hice las pruebas de acceso al grado de Traducción e Interpretación en la Universidad Autónoma de Madrid. Podría haber pensado que no me ayudó, porque, aunque aprobé los exámenes de lengua e inglés que hice en la universidad, no entré en el grado. Pero al final creo que sí me dio mucha suerte porque terminé dándome cuenta de que el grado de Lenguas Modernas, que tenía en segundo lugar, me estaba gustando mucho.
3. La melancólica muerte del Chico Ostra, de Tim Burton (1997). Entre las obsesiones de mi adolescencia también estaba Tim Burton y todas sus películas y en realidad todo lo que tuviera que ver con él. ¿Me debería dar cringe hoy en día? Tal vez. Pero en realidad prefiero abrazar a mi yo atormentado y un poco emo (pero no mucho) del 2008. Además, para qué mentirles, me sigue fascinando el Chico Ostra, Vincent, Eduardo Manostijeras, Winona Ryder, Danny Elfman y muchas más personas, películas y personajes de ese universo huraño.
4. El murciélago dorado, de Edward Gorey (1967) fue un regalo de Navidad de la época de obsesión con Tim Burton, Edgar Allan Poe, Bram Stocker y Bela Lugosi.
5. La trilogía de Kick-Ass, Hit-Girl y Kick-Ass 3, de Mark Millar y John Romita (2010-2013). Probablemente son los únicos cómics de superhéroes que me gustaban, porque nunca me ha entusiasmado demasiado el universo Marvel. Pero al estar protagonizados por adolescentes me recordaba a películas que me gustaban en ese momento y terminé enganchándome. Una vez me metí un poco en un lío porque una monitora de un campamento de música al que fui en Las Palmas descubrió que en una página uno de los personajes salía desnudo de espaldas, y según ella eso era muy inapropiado para una adolescente de 15 años. Recuerdo empezar a comprarme estos libros en una tienda de cómics maravillosa que había en Fuerteventura que se llamaba Maxotaku, y que, desgraciadamente, no siguió abierta mucho tiempo.
6. Toda la colección de Odio de Peter Bagge. En realidad, aquí metería a todos los libros de Peter Bagge. Me los iba comprando poco a poco, según me los iba leyendo. Comencé comprándomelos en una tienda de cómics en Las Palmas de la que no recuerdo el nombre, pero por la que siempre que tengo la ocasión me paso a echar un vistazo. Después, viviendo en Madrid, solía comprarme un nuevo volumen cada vez que bajaba desde Cantoblanco al centro de Madrid e iba a la Fnac de Callao
7. Nombrar a Ghost World, de Daniel Clowes (1993) es un poco un cliché y un título bastante predecible, pero aquí está, porque fue el libro que me descubrió a Clowes y a otros muchos de sus libros, entre los que se encuentra (y aprovecho para incluir aquí el libro número 8 de la lista), Twentieth Century Bola 8 (2002), que recopila un montón de historietas y relatos.
9. Lydie, de Jordi Lafebre y Zidrou (2010). Guardo muchísimo cariño a este cómic porque recién llegada a Madrid lo encontré de casualidad un día que estaba en la Fnac (probablemente buscando un nuevo volumen de Odio) y Jordi Lafebre estaba firmándo ejemplares. Al ver la cubierta, las ilustraciones me recordaron un poco a Las Trillizas de Belleville y la primera impresión me pareció tan bonita que decidí llevármelo para leerlo en casa, con la dedicatoria de Jordi que además también me hizo una ilustración muy bonita.
10. Los secretos de Esther, de Ruth Bernárdez sobre los cómics de Purita Campos (2012) es el único libro sobre Esther que es mío, porque creo que los otros cómics que tenemos eran de mi hermana mayor. Purita Campos es uno de mis referentes favoritos del cómic español y este libro me encantaba porque representaba las influencias de la moda de sus historietas.
Estos días en los que los que paso tanto tiempo en el instituto con adolescentes que me cuentan los libros que tienen como lecturas obligatorias me han hecho replantearme releer también aquellos que tuve que leer yo en el colegio, pero me huelo que esa va a ser una tarea más tediosa que terminaría llevándome al foro de ElRincóndelVago a buscar resúmenes (si es que ese foro sigue existiendo, claro).
Besos nostálgicos,
Cristina
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